Había un niño con nombre de dos santos guerreros. La elección de su nombre, Jorge Miguel, parecía la evidencia de lo que iba a ser su vida. Desde antes de nacer los mayores que le rodearían, y afectarían en su desarrollo personal y emocional, se contradecían en múltiples ocasiones. Y su doble nombre fue el primer exponente de la falta de armonía que en su torno se iba a dar.
Desde muy pequeño podía expresar en un papel cualquier escena o acción con su trazo adquirido gracias a su afición por los comics, plasmando la sensación del movimiento sobre la hoja. Pero su mayor pasión era la de los “bichos”, desde los más pequeños (a los seis años con unas hormigas montó a escondidas el correspondiente hormiguero con plásticos y cartones para sorpresa de sus padres) hasta los de gran tamaño.
La mayor parte de su pequeña biblioteca se componía de tomos que trataban sobre aquellos saurios prehistóricos, así como reptiles, camaleones o ranas y semejantes, en gran parte regalos de sus hermanas ante su curiosidad y sapiencia hacia esos seres desde tan temprana edad.
Desde muy pequeño podía expresar en un papel cualquier escena o acción con su trazo adquirido gracias a su afición por los comics, plasmando la sensación del movimiento sobre la hoja. Pero su mayor pasión era la de los “bichos”, desde los más pequeños (a los seis años con unas hormigas montó a escondidas el correspondiente hormiguero con plásticos y cartones para sorpresa de sus padres) hasta los de gran tamaño.
La mayor parte de su pequeña biblioteca se componía de tomos que trataban sobre aquellos saurios prehistóricos, así como reptiles, camaleones o ranas y semejantes, en gran parte regalos de sus hermanas ante su curiosidad y sapiencia hacia esos seres desde tan temprana edad.
"Book of days" (Enya)
[...]