Las autoridades de Corea del Norte obligan a los niños a trabajar como
mano de obra barata, desvían las ayudas alimentarias destinadas a la
población y encierran en correccionales a menores de edad cuyos padres
han cometido un delito, según informaron varias organizaciones de
Derechos Humanos. "El trabajo infantil y la explotación económica se
han extendido ampliamente y se han convertido en prácticas habituales
en medio del empeoramiento de la penuria económica del país", se lee en
el informe, titulado 'Informe sobre la Situación de los Derechos de los
Niños en la RDPK*'.
Al hilo de tal noticia, he buscado información sobre Kailash Satyarthi, ejemplo desde hace muchos años para todos y que lleva mucho tiempo luchando contra el trabajo infantil, y, en concreto, en el Asia en la que la esclavitud infantil sigue siendo un hecho a día de hoy, en colaboración con la Global March para erradicar esta vergüenza ajena (y propia) y que nos "toca" a todos los ciudadanos del mundo y afecta a quienes condenan tal violación de los derechos de cualquier niño de cualquier nacionalidad. En reconocimiento a su lucha directa e infatigable, la Fundación Alfonso Comín
acaba de concederle su 25 Premio Internacional, que le entregó en el
Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona la presidenta de la
Fundación, Maria Lluïsa Oliveres.
*República Democrática Popular de Corea
Que cada cual juzgue y tome su decisión. En mi caso sigo opinando que
si esta crisis o recesión -o como se quiera llamar- nos afecta globalmente, sin
embargo tengo la sensación de que no se considera en esa globalización que
ahora empleamos para hablar de nosotros, “los países privilegiados”, el cómo y
en qué medida va a afectar a los más indefensos y desfavorecidos, como son, en
primer lugar, estos niños que viven también en el mismo “globo terráqueo”. Igual sea este el momento más conveniente para dejar de mirar el propio ombligo y de ser menos egoístas y menos voraces, dejar de pretender aparentar (aunque sea a costa de empeñarse en créditos que ahora no se pueden pagar), despilfarrar sin sentido y empezar a estimar lo que, sin renombre y sin grandes aspavientos, tiene
verdadero valor.