¡Calla,
basta!, ahora me toca hablar a mí. Este podría ser el monólogo que hoy
mis entrañas derrama, podría ser, ¡ahora, ya, hoy, vida, calla!:
Alguna vez, de pronto, me despierto...
("Antología del Amor", Julia Prilutzky)
Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
un dolor que está siempre, agazapado,
por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
lleno de mis imágenes,
de rostros polvorientos.
Estoy sola, pero siempre estoy sola:
Es lo único cierto.
El amor era un huésped,
la soledad es siempre el compañero
que permanece al lado, inconmovible.
Lo único seguro, verdadero.
Oigo mi corazón, vieja campana
que dobla y que golpea,
que rebota en las sienes y en la nuca
y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo.
Miedo de no poder gritar, de pronto,
de que ya sea demasiado tarde
para un ruego.
La costumbre ahoga las palabras
y alarga el desencuentro.
Ah, tantas cosas quedarán ocultas,
perdidas, sin recuerdo,
tantas palabras que no fueron dichas,
tantos gestos.
Unos dirán: Yo sé, la he conocido,
fue una ardiente rebelde,
se desolló las manos y la vida
por defender los que creyó más débiles.
Otros dirán: Yo sé, la he conocido,
era dura, malévola,
avara de ternura, con la boca
mostraba su desprecio.
Alguien dirá: Y cómo sonreía...
Qué importa
lo que vendrá después del gran silencio.
Claro que tengo miedo.
Así, en la madrugada
mientras algún dolor -un dolor, siempre-
va hincando sus agujas en mi cuerpo,
abro las manos en la sombra dulce
para atrapar mi soledad, de nuevo,
y me quedo a su lado, sin moverme,
con los ojos abiertos
la vida detenida.
Toda mi sangre es un temor inmenso.
¡Pero
no, no y no!, esta vez ¡ya basta!. Apenas han transcurrido unos días
desde que nos quitaste a Abel, compañero pacifista asesinado
brutalmente. Ahora, ¡ya, hoy, no, no quiero que sigas siendo tú quien
me lleva, no!. Ha sido ardua la tarea, sí, pero lo he conseguido, no,
"no temas", no me deshago de ti, no buscaré una noche tranquila sin que
nadie pasee por la calle para echar a volar al vacío y hacia el final
ante todo lo que me has quitado y todo lo que me das como carga añadida
día a día. Ya no te tengo nada más que pedir, nada más que rogar, nada
más que me des, ¡porque eres ingrata, injusta, hostil, extraña,...!,
¡no, ya no!. Tanto odio, tanta muerte, tanto horror en estos últimos
atentados de Bagdad, en todos los atentados y guerras y horror en Irak,
en Palestina, ayer, antes de ayer y antes, semanas, meses, años; tanta
muerte y tanto odio entre los unos y los otros, con la justificación de
la religión, de la raza, de la tribu, del poder, de la vanidad, de la
envidia... ¡ya basta!.
Hoy has colmado el vaso, ¡hoy ya no me
callas, vida, no!. Maldigo una y otra vez a todos los dioses, a todos
los ángeles guardianes, reniego de todas las religiones con sus velos,
sus mandamientos, sus golpes de pecho, sus burkas, sus ablaciones o sus
circuncisiones "tradicionales", sin anestesia, sus autocastigos y sus
penitencias, sus apedreamientos y sus crucifixiones, sus turbantes y
sus kipás o sus rakusos, sus iconos, símbolos, banderas o himnos que
nos lleven a desnaturalizarnos más, a deshumanizarnos más, a crear
fundamentalistas fanáticos, radicales y extremistas. A los genocidios,
la esclavitud y la explotación.
¡No, no y no!, sé que no "tengo el
cielo ganado", que no hay nada más que los aquí en la tierra tengo y me
tienen. ¡Nada más y nada menos!, ¡pues es tanto, tanto!, que si a ellos les sigues haciendo daño, ¡eso ya no, no!, eso ya no te lo perdono.
Y por ello te digo hoy, ¡si, vida, te digo hoy, hoy ya te
digo!: no, ¡no y no!, ya no puedes quitarme más de lo que me has
quitado, ya no, con ellos, no, ¡no te atrevas a hacerles daño!, ¡no me
quites a los que más amo!, antes que a ellos les sigas haciendo padecer
te juro que pacto con el diablo, ¡sí!, a cambio de ellos, de su
sufrimiento, ¡cualquier cosa!, ¡cualquiera entrego!. No les hagas
sufrir, ¡no!, ya no te suplico, vida, ¡te lo exijo!. Ni se lo merecen
ni tienen fuerzas ya para soportarlo, ¡déjalos en paz!, dáles calma,
dáles tiempo, dáles vida, vida, un poco más, un poco, aunque sea sólo
un poco más. Pero sin sufrimiento, ¡no!, déjame que siga con mis
cargas, súmales las que quieras, quítame lo que aún no me hayas
quitado, ¡pero a mí, no a ellos!, dáles algo más de vida, vida, ¡más!.
A cambio, ¡lo que tú quieras!, pero a cambio, este es el trato: yo, a
cambio de ellos. No te lo pido, ¡ya te pedí, creía que podrías ser
justa!, si no lo eres conmigo, con ellos sí has de hacer justicia,
¡para esto!, que al menos no sufran tanto, ¡no!.